Por Daniel Gaggino
En
distintas experiencias profesionales, se ve como los emprendedores,
empresarios, directivos, etc. toman medidas aisladas para alcanzar resultados
puntuales y en poco tiempo se ven obligados a tomar nuevas decisiones en contradicción
con la que habían tomado antes.
Este
tipo de situaciones restan confianza en el equipo de trabajo y le resta autonomía
a cada uno de sus integrantes, lo hace navegar mar adentro en aguas que en poco
tiempo se volverán turbulentas.
En
ocasiones como estas, es normal que el n°1 de la organización busque ayuda para
reencontrar el rumbo.
Es
ahí donde se comienza con una serie de actividades que nos permitirán realizar
nuestro trabajo de la manera mas precisa.
La
primera de esas actividades es reunir todos los datos y la información sobre
los productos, clientes (actuales y potenciales), competidores, sector o rubro
de actividad, etc. Esta información, resulta la base para iniciar cualquier
proceso de planificación.
Con
estos datos, se deben hacer los análisis necesarios para graficar el
escenario sobre el que estamos parados.
Aun
teniendo todos los toda la información, muchos de los procesos de planificación se ven
frustrados, debido a que no esta muy claro el negocio ni la razón de ser de la
empresa.
El
proceso de planificación se alimenta de este tipo de conceptos, fundamentales para
el desarrollo de una estrategia exitosa.
Sin
embargo muchos empresarios lo ven como una perdida de tiempo, una distracción de
sus actividades y del logro de resultados. De igual forma, ocurre con
instituciones y equipos de campaña electoral.
Una
clara definición del negocio hará más sencillo imaginar el escenario al cual
aspiramos alcanzar mediante la estrategia que adoptemos finalmente.