27 de julio de 2013

Planificar: se comienza por abonar la tierra.


Por Daniel Gaggino

En distintas experiencias profesionales, se ve como los emprendedores, empresarios, directivos, etc. toman medidas aisladas para alcanzar resultados puntuales y en poco tiempo se ven obligados a tomar nuevas decisiones en contradicción con la que habían tomado antes.

Este tipo de situaciones restan confianza en el equipo de trabajo y le resta autonomía a cada uno de sus integrantes, lo hace navegar mar adentro en aguas que en poco tiempo se volverán turbulentas.
En ocasiones como estas, es normal que el n°1 de la organización busque ayuda para reencontrar el rumbo.
Es ahí donde se comienza con una serie de actividades que nos permitirán realizar nuestro trabajo de la manera mas precisa.
La primera de esas actividades es reunir todos los datos y la información sobre los productos, clientes (actuales y potenciales), competidores, sector o rubro de actividad, etc. Esta información, resulta la base para iniciar cualquier proceso de planificación.
Con estos datos, se deben hacer los análisis necesarios para graficar el escenario sobre el que estamos parados.
Aun teniendo todos los toda la información, muchos de los procesos de planificación se ven frustrados, debido a que no esta muy claro el negocio ni la razón de ser de la empresa.
El proceso de planificación se alimenta de este tipo de conceptos, fundamentales para el desarrollo de una estrategia exitosa.
Sin embargo muchos empresarios lo ven como una perdida de tiempo, una distracción de sus actividades y del logro de resultados. De igual forma, ocurre con instituciones y equipos de campaña electoral.
Una clara definición del negocio hará más sencillo imaginar el escenario al cual aspiramos alcanzar mediante la estrategia que adoptemos finalmente.

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